Soñadores.

jueves, 27 de diciembre de 2012

Quiero que me quieras, solo eso.

Me suelo acostar llorando. Tengo la costumbre de encerrarme en el baño a llorar muchas veces. Otras veces, en cambio, me aguanto las lágrimas para que no vean que lloro. Pero lo peor de todo, lo más increíble y horrible a la vez, es que cada lágrima que derramo o no derramo, es por ti. Muchas veces me enfado con el mundo, conmigo la primera y todo porque no te tengo. No es tan fácil aguantar lo que me pasa. No me entiendo. Te quiero, te necesito, pero me conviene olvidarte. Sé que no voy a tenerte nunca y no es por ser negativa, simplemente es que no hay nada a mi favor, sino todo lo contrario. Pero olvidarte tampoco. No puedo olvidarte, pero tampoco me esfuerzo en hacerlo porque no quiero. Si he conseguido algo, por muy mínimo que sea, quiere decir que si me esfuerzo y me lo propongo puedo conseguir más, mucho más. Pero la impotencia de pensar que no voy a estar contigo nunca es lo que me vence y me hace perder las pocas ilusiones que pueda tener aun que un poco de positividad de vez en cuando no me vendría mal.

¿Qué son 315 kilómetros para nosotros?

Una parte de mi me dice "hazlo" pero otra me dice "quieta, lo perderás todo". Os preguntaréis de que os estoy hablando, pues bien, os cuento. Esa sensación que tienes cuando estás enamorada, ese nudo en la garganta que no te deja respirar, esa sensación de vacío, eso que te hace sentirte inútil por no tenerle o estar tan lejos de él. Es como si se me acabará el mundo por no estar con él, ¿nunca os ha pasado eso de que te sientes tan mal contigo misma que te odias por no tenerle? A mi sí, muchas veces. Me estoy empezando a dar cuenta de una cosa, y es que, aun que no quiero, tengo que aceptar que no puedo olvidarte ni con la distancia. Y es que, por muchos kilómetros que haya entre nosotros no puedo sacarte de mi cabeza. ¿Sabéis cuál es el problema? Que el quería una cosa y yo otra. El me quería para un rato y yo para mucho tiempo. El no me quería, yo sí.